Superado el mareo del día anterior y después de desayunar en la cafetería del motel donde habíamos pasado la noche, nos volvíamos a poner en ruta. Tocaba alejarse del desierto para acercarnos poco a poco al Yosemite National Park, seguramente uno de los parques nacionales más famosos de Estados Unidos. No teníamos nada planeado para aquel día más allá de llegar a una hora razonable al motel que teníamos reservado para dormir, así que nos esperaba otra jornada de: hacer kilómetros, disfrutar del paisaje sin prisa y parar en todos los lugares que nos apeteciera.
Antes de continuar debo pediros disculpas, porque la entrada está llena de fotos y quizás a alguien se le pueda hacer un poco larga y pesada. Os aseguro que me ha costado mucho hacer una selección entre las más de 300 fotos que tengo de ese día, pero como el paisaje era tan cambiante a medida que hacíamos kilómetros, no podía resistirme a sacar la cámara cada vez.
Nuestra idea era entrar al día siguiente a Yosemite por el Tioga Pass y dedicar el día a cruzarlo, camino de San Francisco. Y para hacer eso, viniendo de donde veníamos, solo había una ruta posible siguiendo la carretera US-395, que es la que tomamos.
Este viaje tuvo cosas maravillosas, pero para mi gusto, una de las mejores y la esencia de la ruta fue movernos con nuestro propio coche, sin tener los días demasiado planificados más allá de dónde debíamos ir a dormir y dejarnos llevar por lo que íbamos encontrando por el camino.
Dejamos atrás el paisaje desértico y los Joshua trees y mientras nos íbamos acercando a nuestro destino veíamos cómo lentamente el paisaje iba cambiando. Ya no era tan árido y al fondo ya se podían ver montañas, algunas incluso nevadas. Y de repente llegamos a Lone Pine, el típico pueblo norteamericano que se ve en las películas, con una carretera que lo cruza, casas bajas a lado y lado y aparentemente sin mucha vida, pero donde resulta que en la época de los westerns se rodaban un montón de películas y por el que pasaron todos los actores famosos del momento.
Así que sin esperárnoslo nos encontramos con el Lone Pine Film History Museum, que alberga un montón de objetos relacionados con las películas de indios y vaqueros y nos transporta por un momento al pasado más cinematográfico.
La entrada cuesta 5$ y si pasáis por Lone Pine realmente os recomiendo que os paréis y le hagáis una visita, ya que vale mucho la pena, aunque no seáis unos apasionados del género.
Después de visitar el museo y comer un poco en una cafetería también muy típica cogimos el coche para seguir hacia el que debía ser nuestro destino el día: Lee Vining, al lado del lago Mono y a pocos kilómetros de la entrada de Yosemite.
Una vez más nos encontramos el típico pueblo con la carretera que lo cruza y casas a lado y lado, pero este con un poco más de ambiente y turismo, provocado por la cercanía al Yosemite National Park. Nos alojamos en el Yosemite Gateway Motel, un hotel a pie de carretera, sencillo pero limpio y con todo lo que necesitábamos para pasar la noche.
Después de registrarnos y descargar las maletas, aprovechamos para dar una vuelta por el pueblo y estirar las piernas, que falta nos hacía después de conducir durante todo el día.
Una vez más nos encontramos con una fantástica y típica cafetería donde pudimos cenar tranquilamente mientras mirábamos embobados a nuestro alrededor. Cesc y yo siempre decimos que, en sus películas, los norteamericanos retratan Europa como si fuera un parque temático, con todos los clichés y estereotipos. Pero creo que los europeos, cuando vamos a Estados Unidos y sobretodo cuando salimos de las grandes ciudades, hacemos exactamente lo mismo, sin duda influenciados por el cine y la televisión. Así que ya nos ves a los dos durante toda la cena con la boca abierta, mirando embobados la decoración del restaurante y a la gente que había. No podíamos negar que éramos turistas europeos.
Y después de cenar, paseando un poco para digerir la cena, el día nos regaló este magnífico atardecer, maravilloso punto y final a una jornada de película.