El problema de no tomar apuntes cuando voy de viaje es que, cuando quiero escribir en el blog la entrada correspondiente, no recuerdo la mitad de las cosas. Si además resulta que la entrada la escribo tres años después y tengo que hablar de una jornada en la cual me pasé la mitad del tiempo mareada, la cosa se complica. Pero haré lo que pueda.
Después de pasarnos dos días en Las Vegas, con boda incluída, tocaba seguir con la ruta. Y la siguiente parada era el Death Valley National Park. Como que en todas partes advertían no adentrarse en el desierto sin comida ni agua, y llevar el depósito de la gasolina lleno, la primera parada la hicimos en un supermercado en Las Vegas, donde compramos una nevera portátil de porexpan, un poco de comida y unas cuantas botellas de agua. Y empezamos la ruta.
A medida que te alejas de la ciudad del pecado y te acercas al Death Valley el paisaje es más y más desértico (obvio, ¿no?). Si no recuerdo mal, encontramos una gasolinera justo antes de entrar en lo que sería la zona del parque natural, con una indicación de las millas que faltaban hasta la próxima estación de servicio (muchas). Y como somos personas prevenidas, nos paramos a llenar el depósito. Y ahora sí, tocaba entrar en el desierto en estado puro.
Teníamos todo el día para cruzarlo ya que habíamos reservado un alojamiento justo a la salida, camino de Yosemite. Y Cesc llevaba unos cuantos sitios apuntados que quería ver. A la entrada del parque nos encontramos el mapa que veis en la foto anterior, con la indicación del lugar donde nos encontrábamos y los puntos más turísticos que había que ver.
Según pone en la página web oficial del parque, la entrada al mismo cuesta 30$ si no dispones del Annual Pass, que te da acceso a todos los parques nacionales de Estados Unidos por 80$ (precio de 2018). Desconozco si en el Visitor Center te piden el pase o te cobran la entrada, porque nosotros no nos acercamos, pero he de decir que a nosotros nadie nos preguntó si habíamos pagado por entrar o llevábamos el pase (que sí lo llevábamos).
Nuestra idea era visitar en primer lugar Badwater Basin, que es el punto más bajo de América del Norte, a 86 metros bajo el nivel del mar. Y camino hacia allí fuimos parando y haciendo fotos, sin alejarnos nunca demasiado del coche.
El paisaje es realmente diferente, y la temperatura también es «diferente». Tan diferente que en una de estas salidas de no más de diez minutos para hacer fotos me cogió un golpe de calor que me estropeó lo que quedaba de día. Tal y como lo leéis. Salimos del coche, hicimos unas cuantas fotos y en cuanto me volví a meter en el coche empecé a marearme y a ver lucecitas. Por suerte no fue a más, y gracias al agua que llevávamos en la nevera portátil y al aire acondicionado del coche se me fue pasando, pero me dejó un dolor de cabeza considerable que no me pude quitar en todo el día. Por eso tengo un recuerdo más bien borroso de ese día…
Para acabar de redondearlo, no pudimos llegar a Badwater Basin porque la carretera estaba… inundada!!! Sí sí, inundada!! Las lluvias de los días anteriores (recordáis que os conté que habíamos llegado a Las Vegas lloviendo?) dejaron la carretera totalmente impracticable. Tuvimos que cambiar de idea y nos acercamos a Rhyolite, uno de los pueblos fantasma que se pueden visitar en California y que surgieron a raíz de la fiebre del oro. Mi mareo parecía que empezaba a remitir y tuve humor para salir y hacer unas cuantas fotos.
A pesar de todo, descartamos el resto de visitas que teníamos previstas para aquel día y empezamos a ir hacia el hotel donde teníamos previsto pasar aquella noche, justo a la salida del parque siguiendo la carretera 190. Antes de llegar pudimos disfrutar de unas cuantas vistas y de parte del terreno cubierto de agua, un hecho nada habitual por esos lares.
El hotel donde pasamos la noche es una colección de cabañas al más puro estilo americano, literalmente en medio de la nada, con una gasolinera y un bar donde comer algo. Ni cobertura de móvil, ni wifi ni nada de nada. Y una colección de estrellas por la noche que te dejaba con la boca abierta.
Aproveché para practicar un poco de fotografía nocturna, mi asignatura pendiente.
Después del lujo y la ostentación de Las Vegas fue muy curioso dormir en este remoto lugar del oeste americano, pero realmente una experiencia que valió mucho la pena.
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