Después de recoger las llaves del apartamento y comer un poco, tocaba seguir con la visita a la ciudad. Como ya dije en la primera entrada, el Atomium es lo único a lo que no se puede acceder andando, así que decidimos acercarnos antes de que se nos hiciera de noche. Para llegar al Atomium hay que coger el metro hasta Heysel, que debe su nombre al estadio de fútbol que también hay allí.
No sé si será en todas las estaciones de metro pero las que vimos nosotros estaban decoradas, con dibujos o fotos en las paredes. No es que el metro de Barcelona sea especialmente feo, las estaciones son en su mayoría muy luminosas y llenas de publicidad, pero los murales en las paredes del metro de Bruselas le dan un toque diferente.
Ya durante el trayecto en metro vimos que los vagones iban llenos de gente, la mayoría con camisetas o bufandas iguales, pero al llegar a Heysel la aglomeración que había era considerable, y es que resulta que se jugaba la final de fútbol. No recuerdo el nombre de los equipos (el fútbol no es mi fuerte, y menos el belga), y había montada una especie de fiesta para los dos equipos, eso sí, en espacios separados para cada afición y que la policía se encargaba de mantener que así fuera. El Atomium está en un parque donde, a parte de éste y del estadio, hay un mini parque temático tipo «Catalunya en miniatura», donde se pueden ver reproducciones a escala de los edificios más emblemáticos de Europa. Y digo creo porque nosotros no entramos.
El Atomium es una réplica de nueve átomos aumentados 150 billones de veces y que se alza a más de 100 metros de altura. Se puede entrar y subir hasta arriba pero a la hora que llegamos nosotros ya no nos dejaron entrar (cierran a las seis de la tarde). Habréis visto millones de fotos del Atomium, pero para no ser menos, os pongo yo también la mía.
Una vez visto el Atomium y hechas las fotos de rigor poco nos quedaba por hacer allí, a no ser que quisiéramos unirnos a algunos de los hinchas de fútbol, así que decidimos volver al centro, a los alrededores de Grand Place, donde al final siempre vas a parar.
El resto de la tarde lo pasamos paseando, comprando bombones y tomando unas cervezas en A la mort subite, lugar del que ya os hablé en la primera entrada.
Estas son las galerías de Saint-Hubert, las primeras galerías comerciales cubiertas de Europa. Las precursoras de nuestros actuales centros comerciales, vaya. En ellas hay tiendas, cafeterías y cómo no, tiendas donde comprar un delicioso chocolate. Si sois golosos como yo se os irán los ojos en esos escaparates.
Cuando cae la noche, las terrazas de los restaurantes de las calles que rodean Grand Place se llenan de gente degustando el plato típico nacional, moulés et frites (mejillones con patatas fritas). Aquí debo hacer una confesión, y es que nosotros volvimos de Bélgica sin probarlos 🙁 Ya los habíamos comido en Normandía el verano pasado y la verdad es que no nos apetecían demasiado, así que para la cena optamos por una opción bastante más económica, aprovechando que nos alojábamos en un apartamento y teníamos cocina.
Una segunda (o tercera, o cuarta…) visita a los edificios de Grand Place de noche es obligada. Una vez más, las fotos dejan mucho que desear. Las fotos están hechas a mano alzada (no pude llevarme el trípode), así que opté por mi objetivo más luminoso para reducir el tiempo de obturación y las fotos están hechas con un 35mm, a todas luces insuficiente para poder captar la totalidad de los edificios.
El día había sido muy largo, llevábamos en pie desde las 4 de la mañana y no habíamos parado de andar. A pesar del ambiente nocturno de la ciudad nosotros estábamos deseando llegar al apartamento y pillar la cama. Al día siguiente nos esperaba el Museo del Cómic y la zona del Parlamento Europeo. Pero eso ya será motivo de otra entrada.
Para las fotos nocturas y si no quieres cargar con un trípode muy voluminoso yo siempre llevo un gorillapod, cabe en cualquier mochila y es super cómodo, encima lo puedes enganchar a cualquier farola y así se puede sacar uno las típicas fotos en pareja 😀
Tengo que hacerme con una gorillapod que aguante el peso de la cámara con el objetivo, que el tema del trípode siempre es un inconveniente cuando viajas en avión y no facturas equipaje. Y desde luego, según qué fotos sin trípode quedan hechas una pena…