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La primera vez que pisé Londres me sorprendieron sus enormes parques. Yo no estaba acostumbrada a ver estas extensiones de terreno en medio de una gran ciudad (la Ciutadella de Barcelona tiene algo más de 17 hectáreas) así que las 250 hectáreas de Hyde Park y Kensington Gardens unidos me parecieron una inmesidad. Y me lo siguien pareciendo, a pesar de que desde entonces he podido pasear por el neoyorkino Central Park o el Englisher Garten de Munich. Y fijáos que he dicho Hyde Park y Kensington Gardens unidos, porque aunque se trata de dos parques diferentes en realidad están uno a continuación del otro, siendo difícil distinguir dónde empieza uno y termina el otro.
Si nos situamos en un mapa a mano izquierda lo primero que encontramos son los Kensington Gardens, antiguos jardines privados del Palacio de Kensington.
Algunos miembros de la familia real viven todavía en el Palacio de Kensington y fue la residencia oficial de Diana de Gales hasta su muerte. Una foto en la verja recuerda la marea de flores que inundó la entrada del palacio cuando falleció.
Si seguimos paseando por estos jardines pronto llegamos a un preciso lago lleno de, como no, patos y cisnes esperando a que les demos algo de comer. Deben estar muy acostumbrados a la gente porque salen del agua y se te acercan como si nada en busca de comida, y si te descuidas te la quitan de las manos, aunque estoy segura de que están suficientemente bien alimentados.
En un lateral, un poco antes de llegar a la frontera con Hyde Park y justo frente al Royal Albert Hall encontramos el Albert Memorial, un templo construido en memoria del marido de Victoria I.
Casi sin darnos cuenta, ya que el paisaje apenas cambia, nos adentramos en Hyde Park, pulmón verde de la ciudad y punto de encuentro de los londinenses para hacer deporte, tomar el sol, salir a pasear y si el tiempo acompaña, hacer un picnic tumbados en la hierba. Lo que nosotros haríamos un domingo por la mañana en el Montseny o en Collserola (en el caso de Barcelona) los ingleses lo hacen en estos magníficos parques urbanos. Nosotras lo visitamos un día laborable por la mañana y el tiempo tampoco era demasiado agradable así que la actividad que presentaba el parque era más bien escasa.
Cuando hablamos de los parques londinenses tenemos que imaginarnos grandes extensiones de terreno, casi completamente planas y con árboles por toda vegetación. No esperemos ver cuidados jardines con gran variedad de plantas porque nos llevaremos una decepción. Imagino que gracias al clima estos parques tienen un mantenimiento escaso, ya que la hierba se riega sola con las lluvias diarias y los árboles no necesitan de tantos cuidados como las plantas. Además, y eso hay que reconocerlo, la gente suele ser bastante cívica y no acostumbra a tirar cosas en el suelo, lo que ayuda a mantenerlo limpio.
Un punto famoso en Hyde Park es el Speaker’s Corner (esquina del orador), en la esquina frente a Marble Arch y donde los domingos por la mañana cualquiera puede subirse a una caja y soltar su discurso sobre lo que le plazca, incluso hablar mal de la monarquía.
Si en un extremo de este gran parque encontrábamos el Palacio de Kensington en el otro tenemos Buckingham Palace, la residencia de la reina Isabel II.
Para mi gusto el Palacio de Buckingham es una de las visitas totalmente prescindibles de la ciudad y a no ser que os pille de paso, como a nosotras, que íbamos camino del Big Ben, no hace falta que perdáis el tiempo yendo a visitarlo, mucho menos esperando para ver el cambio de la guardia. Si queréis ver palacios preciosos os recomiendo que hagáis la ruta de los Castillos del Rey Loco en Baviera y aprovechéis vuestro tiempo en Londres en actividades mucho más interesantes.
A continuación de Buckingham Palace econtramos, hacia la izquierda Green Park y hacia la derecha St. James’s Park. Nosotras optamos por cruzar por este último ya que es el camino más recto para llegar a la zona de Westminster y el Big Ben.
De este modo, sin apenas salir del parque, podemos ir andando desde Kensington hasta Westminster en un largo pero agradable paseo.