Si Normandía me gustó por la connotación histórica que representa, Bretaña me cautivó por la belleza de sus pueblos. Echando la vista atrás me doy cuenta de que dedicamos muy pocos días a recorrer Bretaña. De una punta (Saint Malo y Dinard) nos fuimos a la otra (Carnac y alrededores) y salvo alguna excepción, nos perdimos gran parte del territorio. Creo que Bretaña se merecía los 14 días que estuvimos en total de viaje. Ya tenemos excusa para volver.
Vannes es una bonita ciudad medieval, cerca de Carnac, aunque dista mucho de ser una ciudad-postal, ya que sus calles están llenas de vida.
La guía decía que es en Vannes donde se firmó en 1532 el Tratado de Unión entre el ducado de Bretaña y el reino de Francia, y que durante un tiempo había sido uno de los principales mercados de la zona. Como nos pillaba muy cerca del camping y de los alineamientos, decidimos pasar allí la tarde.
Llegamos tarde, y el tiempo, para variar, era un verdadero asco, pero aún y así tuvimos tiempo de dar una vuelta y hacernos a la idea de cómo era la ciudad. El casco antiguo es pequeñito y fácilmente accesible a pie. Dejamos el coche en las afueras y nos pusimos a andar.
Todas las casas tiene ese aspecto que parecen sacadas de un cuento, y paseando entre sus calles te parece que de un momento a otro te vas a encontrar a Blancanieves o a la Cenicienta. Ya sé que no es un estilo único en Francia, o en Bretaña, pero a mí no deja de sorprenderme.
Pero como he dicho antes, aunque parezca que estamos paseando por las páginas de un cuento, para nada se trata de un pueblo fantasma, sinó que a pesar de que se acercaba la hora de cenar (al menos para los estándares franceses), se podía ver ambiente en sus calles.
Esta es la catedral de St-Pierre. Ya sé que lo digo en cada entrada pero es que no me canso de repetirlo, en cualquier pueblo o ciudad pequeña hay una fantástica catedral. Insisto, si os gusta la arquitectura, sobretodo la relacionada con iglesias y catedrales, una ruta por Francia no os decepcionará.
A pesar del frío y el mal tiempo, las terrazas están llenas de gente tomándose algo. Pero es que, si cuando hace mal tiempo no salieran a la calle, no saldrían casi nunca.
Como muchas otras ciudades y pueblos que visitamos, Vannes no estaba inicialmente en nuestros planes y sin embargo nos sorprendió gratamente. Se hacía tarde y tocaba volver al camping, preparar la cena y acostarnos. Al día siguiente nos esperaba una excursión hasta «el fin de la tierra».